Mi padre fue un obrero. Siendo aún niño, en los años finales
de la década de los 20 del siglo pasado, ayudaba a su padre, hoyando en seco en
el monte, para sacar piedra con la que
hacían adoquines. Después de la guerra, tras años de trabajo en una cantera, consiguió
un empleo en la azucarera, siendo hasta su jubilación obrero azucarero.
Recuerdo que, cuando vine a vivir a Jerez con 11 años recién
cumplidos, preguntaron uno de los primeros días en clase por el trabajo de los
padres de los alumnos. Escuchaba a mis compañeros los nombres de profesiones
que no conocía y cuando me llegó el turno dije que mi padre era obrero. Muchos
niños se rieron entonces y yo, al llegar a casa, le dije llorando a mi madre
que que era eso de “obrero” que tanta gracia le hacía a los niños. “La próxima vez que te pregunten puedes decir
que es encargado de segunda” –me decía- ya que así estaba catalogado, al parecer, en la
plantilla. Traducido era lo mismo que “obrero” a secas, aunque parecía otra
cosa. Ya no hubo a partir de entonces más problemas y siempre que se preguntaba
por el trabajo de mi padre, me despachaba con aquel “encargado de segunda en la
azucarera”.
A mediados de los setenta, siendo adolescente, gritaba yo
aquello de “el hijo del obrero a la universidad” y, además de sentirme orgulloso
de mi padre obrero, decía igualmente con
orgullo que mi madre también había sido obrera, obrera azucarera. Escuchaba
entonces aquella canción de Quilapayún, “Que lindas son las obreras”, y pensaba
en ella camino de la fábrica cuando era apenas una adolescente… Muchos años
después, cuando murió mi padre, recogiendo sus cosas, encontré su viejo carnet de identidad que aún conservo.
En el dorso, junto al lugar y la fecha de nacimiento, lo pone bien claro: Profesión, Obrero.
Cada vez que hay elecciones, acudo a votar. Siempre voto.
Nunca he dejado de votar y nunca voto en blanco. Hay veces que estoy algo
confuso, como ahora…
Pero en esas ocasiones, aunque no tenga claro donde quiero
ir, me gusta recordar de donde vengo. Vuelvo entonces a mirar el viejo carnet de
mi padre y ya no tengo dudas.
AGL
2 comentarios:
¡Cuántos recuerdos me han traído tus palabras! ¡Qué duros fueron los inicios!
Pero ahora... ¡Me alegro tanto de aquel traslado! Me dio la oportunidad de conocer a gente maravillosa con la que compartir los avatares de la vida. ¡Y a ti!
Yo también votaré pensando en tus padres, en los míos y en tantos y tantos que fueron obreros y trabajaron para mejorar sus vidas y las nuestras.
Un beso.
Preciosas palabras, compañero. Un artículo cargado de emoción y sentimientos hacia las raíces. No olvidando los orígenes ni las vivencias que cada uno lleva en su mochila. Mirarse al espejo y reconocerse.
Un abrazo.
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