sábado, 23 de mayo de 2015

Jornada de Reflexión

Mi padre fue un obrero. Siendo aún niño, en los años finales de la década de los 20 del siglo pasado, ayudaba a su padre, hoyando en seco en el monte, para sacar  piedra con la que hacían adoquines. Después de la guerra, tras años de trabajo en una cantera, consiguió un empleo en la azucarera, siendo hasta su jubilación obrero azucarero.

Recuerdo que, cuando vine a vivir a Jerez con 11 años recién cumplidos, preguntaron uno de los primeros días en clase por el trabajo de los padres de los alumnos. Escuchaba a mis compañeros los nombres de profesiones que no conocía y cuando me llegó el turno dije que mi padre era obrero. Muchos niños se rieron entonces y yo, al llegar a casa, le dije llorando a mi madre que que era eso de “obrero” que tanta gracia le hacía a los niños.  “La próxima vez que te pregunten puedes decir que es encargado de segunda” –me decía- ya que  así estaba catalogado, al parecer, en la plantilla. Traducido era lo mismo que “obrero” a secas, aunque parecía otra cosa. Ya no hubo a partir de entonces más problemas y siempre que se preguntaba por el trabajo de mi padre, me despachaba con aquel “encargado de segunda en la azucarera”.

A mediados de los setenta, siendo adolescente, gritaba yo aquello de “el hijo del obrero a la universidad” y, además de sentirme orgulloso de mi padre obrero,  decía igualmente con orgullo que mi madre también había sido obrera, obrera azucarera. Escuchaba entonces aquella canción de Quilapayún, “Que lindas son las obreras”, y pensaba en ella camino de la fábrica cuando era apenas una adolescente… Muchos años después, cuando murió mi padre, recogiendo sus cosas,  encontré su viejo carnet de identidad que aún conservo. En el dorso, junto al lugar y la fecha de nacimiento,  lo pone bien claro: Profesión, Obrero.

Cada vez que hay elecciones, acudo a votar. Siempre voto. Nunca he dejado de votar y nunca voto en blanco. Hay veces que estoy algo confuso, como ahora…

Pero en esas ocasiones, aunque no tenga claro donde quiero ir, me gusta recordar de donde vengo. Vuelvo entonces a mirar el viejo carnet de mi padre y ya no tengo dudas.

AGL

2 comentarios:

Piedra rosetta dijo...

¡Cuántos recuerdos me han traído tus palabras! ¡Qué duros fueron los inicios!

Pero ahora... ¡Me alegro tanto de aquel traslado! Me dio la oportunidad de conocer a gente maravillosa con la que compartir los avatares de la vida. ¡Y a ti!

Yo también votaré pensando en tus padres, en los míos y en tantos y tantos que fueron obreros y trabajaron para mejorar sus vidas y las nuestras.

Un beso.

JAEM dijo...

Preciosas palabras, compañero. Un artículo cargado de emoción y sentimientos hacia las raíces. No olvidando los orígenes ni las vivencias que cada uno lleva en su mochila. Mirarse al espejo y reconocerse.
Un abrazo.