A propósito de la campaña iniciada en algunas ciudades españolas a favor del ateísmo, campaña casi festiva y purificadora del aire ya de por sí contaminado de las mismas, surge la voz de el cardenal Rouco Varela con tono poco festivo y nada purificador en contra de los llamados autobuses ateos.
Mala memoria guarda el cardenal de cuando absolutamente todo estaba inundado hasta el tuétano de infinitos autobuses disfrazados de mil y una maneras en nuestra vida cotidiana, con la leyenda " Dios existe, así que cuidado".
A veces el autobús era el despacho de un párroco de pueblo expidiendo el famoso certificado de bautismo tan necesario para tantas y tantas cosas... Otras veces el autobús se lo encontraba uno en las clasificaciones de películas desde el uno hasta aquello de cuatro, gravemente peligrosa.
El autobús era también aquellas semanas santas en que desde el Jueves Santo hasta el Domingo de Resurrección cerraban los cines en los pueblos. Y quien no recuerda aquel otro autobús en que el monseñor de turno nos deseaba las buenas noches en TV antes del cierre o aquel que nos pulverizaba la programación televisiva,ya de por sí enferma de gravedad, de aquellos días santos con las tardes enteras de musica clásica, desfiles procesionales, locutores y locutoras de luto riguroso,...
Había otros autobuses aún peores. Por ejemplo, aquél, en que los párrocos tenían la potestad de conceder certificados de buena conducta para acceder a algunos trabajos. Sí, han leído bien. Certificados de buena conducta. Por no hablar del autobús en el que veíamos a los prelados ocupar escaños en las entonces llamadas Cortes Españolas o al entonces cardenal Cantero Cuadrado ocupar uno de los tres sillones del Consejo de Regencia de la nación, desde que expiró Franco hasta la jura del monarca.
En los autobuses ateos aún no me han invitado, y mucho menos me han obligado a montarme. Sin embargo, en los otros autobuses que he mencionado y en otros muchos no mencionados, no me invitaron a montarme. Me obligaron.Nos obligaron. Y de qué manera. En el tema educativo no fue un autobús. Más bien fue una inmensa caravana.
Para qué seguir.... Sólo decir que todas estas cosas duraron hasta bien entrados los años setenta. Y bueno... algunos autobuses aún permanecen, pero eso ya es otra historia.
Juan José Millás escribió ayer día treinta un artículo en el diario El País titulado Sorpresa en el que invita al cardenal Rouco a que refresque su mala memoria. En este caso tampoco puede decirse aquello de ... para autobuses los de antes.