martes, 19 de noviembre de 2013

Las palabras....

Hace días le oí decir al Ministro Montoro algo así como que: " Las pagas extras de los funcionarios  no se habían suprimido, sino que simplemente se habían atrasado a otro momento". Estamos ya tan acostumbrados a esta perversión del lenguaje  que, poco a poco, - como en tantos aspectos- lo vamos interiorizando, en el sentido de creer, como en este caso, que efectivamente los funcionarios llegarán algún día, "con seguridad",  a recibir sus  justas y ansiadas pagas atrasadas. Así, el presente desesperanzado, no pierde la imprescindible esperanza para sobrevivir y.... ser, de paso, neutralizados.
Perífrasis, ambigüedades, rodeos, circunloquios, mentiras,.... En esto se basa el nuevo pensamiento sin el cual no serían posible los cambios de gran calado que se están produciendo. Para ello se necesitan nuevas palabras que sean el vehículo apropiado de ese nuevo pensamiento, que nos conduzcan a realidades  edulcoradas, descafeinadas y convenientemente maquilladas.
Sobre este tema ya escribí una entrada en el blog titulada  " Eufemismos " ( 23.Marzo.2012).
Casi un año antes, Almudena Grandes, escribía en El País una columna titulada " Vocabulario" ( 4.Julio.2011), y que decía así:
" Ya nos hemos aprendido reforma y otros términos derivados que forman su familia semántica: ajuste, austeridad, ahorro, moderación, control, flexibilidad, credibilidad. Todas estas palabras están vinculadas estrechamente entre sí por criterios ajenos a los que cimentan la tradición lingüistica. No tienen el mismo origen, no provienen de un tronco común, no son sinónimas, homófonas, ni homónimas.Sin embargo, en los últimos tiempos, todas comparten una función que desborda la definición clásica del eufemismo. Hasta ahora, su naturaleza consistía en expresar con claridad y precisión un concepto. Ahora sirven para todo lo contrario, es decir, para enmascarar la verdadera condición del concepto al que aluden.
El lenguaje es la herramienta más poderosa con la que cuentan los seres humanos. Dúctiles, elásticas, maleables, tan universales como a la vez  sujetas a un perpetuo proceso de creación y recreación, las palabras, que en teoría designan una idea, tienen el poder de modificar la idea de la que provienen. Así, no solo sirven para expresar la verdad. También, pueden emplearse para convertir verdades en mentiras encubiertas.
Lo que hoy se llama reformas, antes se llamaba neoliberalismo. Lo que hoy se llama flexibilidad del mercado laboral, hace muy poco se llamaba despido libre. Así, ajustes ha sustituido a privatizaciones, austeridad ha reemplazado a abandono de los servicios públicos, y credibilidad a docilidad ante las exigencias de los mercados financieros. La lista es cada día un poco más larga, el panorama, un  poco más negro. Pero auque la sociedad esté inerme como nunca frente a una hidra inmortal, de incontables cabezas, deberíamos reivindicar, antes que nada, la dignidad del lenguaje, la verdadera función de las palabras. Llamemos a las cosas por su nombre. Al margen de ese empeño, ninguna rebeldía será posible".
Excelente artículo.
Casi dos años y medio desde que Almudena Grandes escribiese esta artículo, el nivel de indignidad del lenguaje ha ido creciendo  sin parar. Palabras y rodeos y ambigüedades que nos quieren hacer ver, a pesar de como estamos, que la luz comienza a verse al final del túnel ( antiguos brotes verdes) y que la crisis ya es cosa del pasado. No estar  llamando a las cosas por su nombre, nos está conduciendo a aceptar realidades maquilladas con otras palabras falsamente esperanzadoras. Despojadas de cualquier rebeldía posible, como nos dice Almudena Grandes en su columna.

Blas de Otero nos dejó un magnífico poema titulado  " En el principio":

Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.

Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.

Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los ojos para desgarrármelos,
me queda la palabra.

Almudena Grandes ( 1960). Escritora española. Lda. en Geografía e Historia.Columnista y novelista. Se ha significado siempre por sus posiciones  políticas de izquierda. Ha conseguido numerosos premios y reconocimiento. De algunas  de sus novelas  se han relizado adaptaciones cinematográficas ( Las edades de Lulú, Malena es un nombre de tango,...)
Blas de Otero (Bilbao, 1916- Madrid, 1979). Representante destacado de la poesía social de los años 50 en España.

1 comentario:

AGL dijo...

Las palabras, compañero, ¡Ay las palabras!Las palabras no se las lleva el viento y, para bien o para mal, ahí quedan con su carga de verdad y de mentira.. Algunas palabras van a terminar por no significar ya nada, dependa de quien las diga. Hace unos días en relación a la paliza mortal que los mossos de escuadra le dieron a un detenido vi como un representante sindical utilizaba eufemismo para referirse a ella, de tal manera, que parecía que le habían estado dando masajes para relajarlo o besitos... ¿Nos queda la palabra?