" Las nuevas generaciones no entran en la política (...) advierten que son extrañas totalmente a los principios, a los usos, a las ideas y hasta al vocabulario de los que hoy rigen los organismos oficiles de la vida española. ¿Con qué derecho se va a pedir que lleven, que traspasen su energía, mucha o poca, a esos odres tan caducos, si es imposible toda comunidad de transmisión, si es imposible toda inteligencia?".
Con estas palabras comienza el artículo de Andrés Ortega en la sección Cuarta Página de El País de hoy 15 de Mayo y titulado "Transformar el sistema"
Y continúa el artículo: " Así, de forma radical, incluso más en otros pasajes, se expresaba José Ortega y Gasset en su famosa conferencia del 23 de marzo de 1914 en un abarrotado Teatro de la Comedia de Madrid, titulada Vieja y nueva política. Concluía: La nueva política tiene que ser toda una actitud histórica". Casi un siglo de este discurso.
El veterano dirigente socialista y exministro Ramón Jaúregui decía el otro día: " No podemos mirar para otro lado. O cambiamos o nos echan", Es evidente que el subsuelo se está moviendo. Va extendiéndose en el pensamiento colectivo la idea de que la etapa histórica llamada Transición, toca a su fín. El modelo vigente no sirve ya, como se está viendo, para responder, 35 años después de aprobada la Constitución, a los devastadores envites actuales ni a los retos que un amplísimo sector de la población comienza a reclamar exigiendo otros usos, otras formas, otros modos de hacer política ante el deterioro y la desesperanza actual. En definitiva, otras reglas que certifiquen un relevo generacional.
Y no se trata de que todo cambie para que todo siga igual. No se trata de que la misma clase dirigente que ha gobernado este país en las casi cuatro décadas anteriores, intente ahora monopolizar el cambio hacia el futuro. Es la hora de otra generación que elimine chirridos anteriores, que aporte nuevas ideas y nuevas formas con la ilusión y esperanza puestas en su horizonte. En el suyo.
Nos dice, tambié, Andrés Ortega en su artículo: " Este deterioro no marca un camino hacia una dictadura. El peligro es ir hacia una no-democracia, o en el mejor de los casos, a la posdemocracia, como lo llamó Collin Crouch ya en 2005, antes de la crisis. El peligro es que la democracia española degenere en un simulacro protagonizado por actores atrincherados en el sistema institucional que impide el paso de fuerzas renovadas".
La falta de reacción de las bases militantes de los partidos ( fundamentalmente el llamado bipartidismo, que a la postre es el que nos ha gobernado al alimón en asuntos relevantes: el último acuerdo fue la modificación de la Constitución para incluir el tema del deficit), y de sus cuadros medios, mantiene a sus cúpulas alejadas torpemente de la realidad o, en todo caso, aferradas al poder de forma consciente y simplemente a la espera de tiempos mejores que llegarían por sí solos. Todo ello como consecuencia del funcionamiento interno y organización, escasamente democrático, de los propios partidos y también, cómo no, en la creencia de que los votantes son simples objeto de manipulación, menores de edad, cuyo voto se puede modificar a última hora con un as oportuno sacado de la manga, con cualquier toque inesperado de varita mágica o - por qué no- con un mensaje de calado que, llegado el momento, amedrante lo suficiente para no caer en esas oscuras tinieblas que bordean el soleado y cálido bipartidismo hasta ahora exultante y ya, por suerte, en decadencia
No se entiende de otra manera, la falta de reacción rápida y contundente de los partidos ante las actuales encuestas que vaticinan, una y otra vez, la caída en picado del bipartidismo. Las cúpulas, que no las nerviosas y desorientadas bases, continúan sin darse por enteradas ni de las encuestas ni del lento pero imparable palpitar de la calle, desligada cada vez más de nuestros dirigentes y, por extensión, de los propios partidos con toda la gravedad que ello conlleva para el propio sistema democrático. Parecen pensar, instalados en su nube, que: todo viene.. todo va...dejemos a la inercia que nos lleve.
Andrés Ortega afirma igualmente que " la transformación del sistema político requiere, claro está, una profunda renovación de la Constitución que fue fruto de un momento histórico". "...En España sigue habiendo clase dominante antes que una clase dirigente. Cambiar esa situación, que dejó pendiente la Transición, es una verdadesra tarea para estos tiempos, una tarea en la que han de entrar nuevas generaciones. Será necesario un cambio de generación". "Una estrategia política que hay que poner en marcha ya, so pena de que haya que llegar a una ruptura en vez de una reforma".
Pensar que todo puede seguir así sin más, creer que no pasa nada, que todo es producto de esa Europa que nos aprieta o, como mucho, intentar llevar a cabo un lavadillo de cara a regañadientes, empujados por los acontecimientos y sin iniciativas propias, nos conducirá con toda probabilidad a otro tipo de situaciones.
Eso sí, los nuevos dirigentes y los nuevos cuadros que surjan del necesario relevo generacional, no deberían ser nunca apéndices enmascarados de quienes habiendo gobernado el país durante décadas con una partitura concreta, pretendan seguir gobernando, invisibles, con una nueva partitura en la que nunca creyeron ni nunca hicieron suya. Bastaría este motivo.
(Andrés Ortega ( Madrid, 1954), Licenciado en CC.PP. por la Universidad Complutense de Madrid. Máster de Relaciones Internacionales. Fue corresponsal de El País en Londres y Bruselas así como Asesor del Ministerio de AA.EE. Columnista y editorialista de dicho periódico. Autor de libros de carácter político social).
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