Poner puertas al campo sea, tal vez, un cometido más sencillo que tratar de encuadrar con nitidez las lindes de un territorio tan etéreo y discutible como es el de la cultura.
Partiendo de esta reflexión inicial me atrevo a afirmar que la cultura- en su sentido más generalista -, es una singular herramienta para el crecimiento personal y de evolución social, nutriéndose ambos de forma recíproca.
Dado que la cultura periodística no escapa tampoco a los vientos que están alumbrando los albores de una nueva y desconocida sociedad, se hacen indispensables una serie de principios y condiciones para que se pueda producir ese doble crecimiento, al que antes me refería, desde el aporte de dicha cultura.
Da la sensación, a veces, que esta cultura se ha ido haciendo más invisible cada día en nuestro contexto social. A ello ha ayudado, sin lugar a dudas, el triunfo de aquello que estúpidamente se sigue llamando " lo políticamente correcto". Una forma sibilina de autocensura impuesta- auténtica marca blanca-, que ha ido mermando, en cantidad y calidad, el pensamiento libre como fuente de rebeldía, de diversidad y de creación literaria a favor del pensamiento único en circulación y que ha ido gestándose desde décadas pasadas.
Han contribuido también a esta creciente invisibilidad y distanciamiento social de la cultura periodística como herramienta de desarrollo, unos grupos de presión escorados hacia una falsa oferta de simple fachada con aspecto divergente. Hoy día, casi la totalidad de la prensa escrita se mueve dentro de rigurosos cánones establecidos ( circuitos acotados e inaccesibles, férreos silencios, tratamiento sesgado y manipulado de la información,....), y de una claudicación sin ambages a leyes de mercado e ideologías financieras dominantes, incompatibles con una oferta cultural abierta e independiente.
Algunos alegarán que ha sido así desde siempre. Puede que sí. Sin embargo, hay un aspecto importante que no ha sido así desde siempre. Nunca, como ahora, hemos estado más huérfanos de una prensa y cultura periodística que sea el espejo de una parte importante de la sociedad y cuya ideología- con todos los matices que se quiera- no se alimenta, desde luego, de las raíces neoconservadoras imperantes.
Sacar la cultura periodística del exclusivo entorno neoconservador y abrirla a espacios realmente divergentes; otorgarle la importancia social que en sí misma tiene; permitirle su necesaria incorrección política; despojarla del pensamiento único,.... sean, posiblemente, elementos que contribuyan a hacer posible la cultura nuestra de cada día.
La cultura como herramienta, claro.
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