viernes, 13 de junio de 2014

Barbas rubricadas

Un día de San Antonio.....

No.No se ha equivocado al leer el título de esta entrada. Si su percepción visual le llevó a leer " barbas lubricadas" y, evidentemente, le pareció algo sucio al pensar en una barba untada en grasa, le aseguro de antemano que una barba rubricada puede ser, aún, más grasienta o, si prefiere, más miserable.
Conocido es el infatigable y permanente empeño por parte de numerosas autoridades eclesiásticas, en dictaminar sobre la vida de creyentes, y no creyentes, a través de abundantes prohibiciones. En otros casos eran autorizaciones como aquel Nihil Obstat ( "nada lo impide". Frase del Derecho canónico, por la cual la censura eclesiástica autoriza las publicaciones), que aparecía en los libros, incluidos los escolares,  o aquellas clasificaciones  de las películas que veíamos. La guinda del pastel, quiero decir de su poder celestial transformado en terrenal, se la llevaba los llamados certificados  de buena conducta y moralidad, porque les convertía  en administradores de vidas y jueces de comportamientos.
Este fue el caso de un atrevido ciudadano, poseedor de barba para su desgracia y desdicha, que a sus veintiséis años y dispuesto a buscarse la vida fuera de su pueblo oscense tuvo que recurrir  al párroco para que, como tal, certificase ante quien procediese, que "el joven Valentín llevaba barba por una ofrenda hecha a Dios al pedir la salud  de su madre".
Aunque  el chaval buscaba su futuro donde fuese sin importarle la lejanía de su pueblo, el párroco aclaraba al final del certificado: " Esta ofrenda es tradicional en su pueblo y provincia". Advertido quedó el susodicho, en tan encomiable gesto caritativo y paternal, de no traspasar los límites provinciales y verse así lanzado a las profundas  tinieblas.
Este rubricado y lubricado certificado fue expedido el día trece de Junio ( tal día como hoy) de mil novecientos sesenta y cinco, año en que bajo la batuta implacable del entonces Ministro de Información Manuel Fraga se celebraba por todo lo alto una campaña llamada XXV Años de Paz y que unos años más tarde se convirtió, a través de un triple salto mortal - con red por supuesto-, en uno de los llamados Padres de la Constitución  actual. 
Aquel certificado fue todo un salvoconducto facilitado, en este caso, por una autoridad religiosa para que nadie pensase, a pesar de las evidencias, que aquella osada barba era producto de una persona frívola, sospechosa o de actitud levantisca y mucho menos antisocial. Su barba quedó así, rubricada y espiritualmente  lubricada.
¡ Ah, aquellos certificados de buena conducta!. Siempre a cargo de "gente de peso y, por tanto, de poderío" para hacer y deshacer en aquellos años gloriosos de paz, vulgarmente llamada dictadura y de la que, una vez fallecido el dictador que previamente tuvo el detalle de nombrar a su sucesor,  nunca más se supo. Aquel atado y bien atado que después se llamaría, consenso. Digo yo que igual fue por un simple ahorro de palabras.
El caso es que aquella gente de peso y poderío ( hoy llamadas con una palabra más contundente), aún mantenido y debidamente maquillado para la ocasión, exoneraban - o no-, como si de una lotería se tratase, de ser una persona bajo sospecha y graciosamente liberada  y a salvo de cualquier dedo acusador. 
Nuestro joven tuvo la suerte, aquel día de San Antonio,  de que a su párroco no le disgustasen- al menos no del todo- las terrenales barbas si se trataba de una ofrenda a Dios. 
Algunos dirán: ¡Qué tiempos aquellos!,  o... ¡Tiempos pasados!. ¿Pasados?
Me pregunto si aquella barba de Valentín ha terminado convirtiéndose después  en " otras cuestiones en remojo" necesitadas  de certificado rubricado o virtual como mandan los tiempos.
En todo caso lubricados.

(Este hecho  no fue una noticia de prensa en su momento pero sí llegó a serlo posteriormente. Fue recogido como "noticia celtibérica " en el libro "Celtiberia Show"  de Luís Carandell y que desde aquí recomiendo. En su pág. 215 aparece la copia literal del escueto certificado.- 1ª edición  Diciembre, 1970. 17ª edición abril, 1994.- Maeva Ediciones ).

* Luís Carandell Robusté: (Barcelona, 1929- Madrid,2002).- Escritor, periodista, corresponsal, relator de viajes y lugares y cronista parlamentario desde 1976. Acudir a esta fuente  es necesario para entender las sesiones parlamentarias de la época. Colaboró en  las revistas Cuadernos para el Diálogo y Triunfo. Columnista de El País hasta su muerte.

2 comentarios:

AGL dijo...

JA, ja, ja...

Arropía Microrrelatos dijo...

Muy bueno, como todos.