jueves, 28 de agosto de 2014

Se abre el curso

Con la terminación de esta semana coincidente, también, con el final de mes, comienza, de alguna manera, el año real y que nada tiene que ver con la numeración oficial que nos coloca en dos mil catorce hasta el próximo treinta y uno de diciembre.
Es ahora cuando comienza el curso en toda su extensión: el curso académico, el curso político, el año agrícola, el año meteorológico casi paralelo por estas latitudes con el año hidrológico, así como las programaciones y eventos variados que nos conducirán hasta el próximo mes de julio, sin contar con la vida personal de cada cual y sus proyectos concretos.
Como en tantos otros aspectos de nuestra vida, lo oficial no coincide siempre con lo real. Las uvas de la vendimia, en puertas, no servirán ahora para ninguna campanada acompañada de cava. Será, eso sí, la fiesta de la pisa de la uva en muchísimos lugares y que nos anunciará la llegada de los primeros caldos del año. Ya llegará la noche de San Silvestre para recibir el nuevo año oficial aunque nos dispongamos ya a sumergirnos en un nuevo año natural.
En todo caso, en este nuevo año natural que comienza el lunes no nos ha faltado, a modo de estampa navideña, nuestra particular Estrella de Oriente.
La Canciller invicta Ángela Dorothea Merkel, nuestra Presidenta de facto y Mariano Rajoy Brey, nuestro virtual Presidente de iure, nos han vuelto a indicar el camino a seguir y que, como no podía ser de otra manera, sigue siendo la única senda. Fuera del mismo, nos dicen, no hay salvación. Un camino duro, muy duro, hasta llegar al paraíso deseado después de grandes sacrificios y sufrimientos, por decirlo de forma más que suave, para extensas capas de la sociedad.
Nosotros, simples pastorcillos del lugar, habíamos creído, a través de las cotidianas buenas nuevas anunciadas con trompetas angelicales un día sí y el otro también, que ya estábamos acariciando con los dedos el dulce paraíso y que todo lo malo pertenecía  ya al pasado tras largos años de penalidades a pesar de aquellos incipientes brotes verdes que nos anunció sin rubor aquel otro presidente que lideró la modificación exprés de la  inmodificable Constitución.
Convertidos  en humildes peregrinos y despojados del poder terrenal, que le asiste fundamentalmente a la señora canciller, han abrazado al apóstol de la cristiandad, con bellísima foto incluída, para anunciarnos a los postres la auténtica y acreditada buena nueva.
Pero no pensemos mal. No nos han engañado. Revestidos de romeros y en lugar tan señalado no cabe el engaño.Tendemos a confundir, como iletrados en la materia, la macro con la micro y así nos luce el pelo. O lo que es lo mismo, lo  real con lo oficial, una vez más, como nos ocurre con el cambio de año. 
Sigamos el camino oficial marcado y anunciado, al son de música celestial, nunca mejor dicho. Lo real es irrelevante, nos dicen. Dejémonos abrazar por la macroeconomía sin importarnos sus números, sus postulados ininteligibles y sus múltiples crucigramas. Repudiemos la microeconomía de la vida cotidiana que no sirve sino para enredarnos, sumirnos en la miseria mental y convertirnos en unos agoreros de padre y muy señor mío.
¿Cuándo dejaremos de ser agoreros? ¿ No nos valen dos peregrinos  anunciándonos, por fin, la buena nueva de que en dos mil diecisiete alcanzaremos el esplendor tras enormes penalidades y un rosario de sacrificios?. Se trata, tan sólo, de algunos recortes pendientes -nos dicen-, necesarios aunque dolorosos, sobre la poda ya realizada y que tan buenos frutos está ofreciendo a la macroeconomía y a su prima de riesgo, felizmente recuperada, por citar a parientes cercanos.
¡Que no se diga!. Tres años más  y llegamos a la tierra prometida.
Nos dicen la verdad oficial aunque esté alejada de nuestra atribulada y nada importante, por lo que parece, verdad real o natural. Igual deberíamos repetir trescientas veces de cara al rincón, siguiendo antiguos métodos de aprendizaje, la frase anterior a ver si así la tragamos y la digerimos, que es de lo que se trata.
Si llegado el momento, la tierra prometida resulta ser al final un páramo inhabitable y para nada coyuntural, nos queda el consuelo de repetirnos unos a otros la frase que Bogart le dirigió  a Ingrid Bergman en la película Casablanca (1942) de Michael Curtiz:  " Siempre nos quedará París". 
¿O,  tal vez,  ni eso?
Mientras tanto, dispongámonos a comenzar el año real y natural que, al fin y al cabo, como todo lo real es lo que de verdad importa por encima de palabrerías, de parlanchines de feria y de trompeterías peregrinas en su doble acepción.
Un año real con presagios esperanzadores por muy agoreros que resulten los optimistas oficiales y trompeteros del año oficial que pululan por el suelo patrio y por los sillones  de postín.

3 comentarios:

AGL dijo...

Si no "nos queda París"... al menos, siempre nos quedará la tertulia, aunque en verano hayan bajado las "acciones". Esperemos que sepamos estar a la altura del "otoño caliente" que se avecina...

Anónimo dijo...

Se ha convertido con el paso del tiempo en algo con espacio propio.Siempre estará ahí,sí. Esperemos estar a la altura. Gracias por tu comentario. (JAEM)

Anónimo dijo...

Estaremos en donde podamos
JMGR