Cada
vez que paso por el semáforo del Puerto de Santa María allí está Anthony,
siempre alegre y sonriente. Y no es más que un inmigrante, pero ¡vaya hombre!
¡Cómo mantiene el tipo ante la vida! Me sorprende lo jubiloso que es. Y
mientras tanto, muchos europeos, petit-bourgeois, indecisos y pusilánimes,
vemos la botella medio vacía, tristes y afligidos.
Anthony
cruzó el Estrecho en patera, hace siete años, para buscarse la vida; ahora
tiene treinta y tres. De origen nigeriano, su padre, Francis, trabajaba en una
gasolinera y su madre, Mary, es ama de casa. Tiene siete hermanos.
Está
casado desde hace un año con Ana, una española que trabaja en una guardería de
Málaga y a la que ve dos fines de semana al mes. Por esto, puede conseguir la
doble nacionalidad aunque aún no tiene los papeles en regla. Esta circunstancia,
y que los estudios en su país se hacen en inglés, que es el idioma oficial, le
impiden trabajar de lo que él es, a saber, ingeniero mecánico.
Y
ahí lo tenemos. Todos los días en el semáforo de sol a sol. Viene en bicicleta
con una mochila donde guarda sus cosas. Se protege siempre de la lluvia o del
sol con un paraguas de cuadros grises y blancos. Su sencillo atuendo corona en
un sombrero redondo, algo deformado por el uso, y la cara embozada con una
especie de braga beige. El embozo, a
modo de disfraz, le permite que la gente lo identifique en su puesto de trabajo
pero no fuera. La mercancía que ofrece, unos pañuelitos de papel.
Y
tras la máscara una sonrisa permanente que le ha permitido conquistar una
excelente relación con los conductores, a los que identifica desde lejos y
saluda cuando están cerca: miradas, bromas, conversaciones, palabras,
estrecheces de mano… “Conozco a media ciudad, poquito a poco, respetando a la gente, a cualquier persona grande o
pequeña. Cuando tú estás bueno con la gente, la gente es buena contigo”.
Lo
que me sorprende de Anthony hasta la admiración es su ánimo vivo y luminoso.
Mientras nosotros nos dejamos ir, envueltos en nuestros propios problemas
personales, avanzando a ciegas día a día con la atención dedicada a algún
asunto menor sin gran relevancia, Anthony es una de esas personas, sociables
hasta la extenuación, a la que no se le escapa nada del buen vivir. Él dice: “Eso es parte de la vida. Todo el mundo
tiene problemas. Hay que poner la cara. Mi vida es más complicada que la tuya.
Tú tienes menos problemas. Tú tendrías más derecho para ser feliz. Tú tienes
trabajo, yo no tengo. Aunque tenga mucho dinero siempre falta algo en la vida”.
Y
también: “Cuando la gente pone mala cara
por problema, no encuentra la solución. Tú tienes algo, mejor que nada. Con
cara alegre sí encuentra la solución. Yo también tengo problema. No estoy
contento pero un día todo va a cambiar. Si vivo mendigo en la calle no tengo
ánimo ni responsabilidad para buscar la vida. Si tengo casa, tengo que buscar
para pagar el alquiler y mandarle dinero a mi madre.
Cuando
llega a su casa se asea y ve la tele porque le gusta estar informado de las
noticias. Tiene antena digital para saber lo que pasa en su país. Tres días por
semana va a la iglesia cristiano-anglicana para celebrar actos religiosos. No
le gusta la Semana Santa: “Mi Jesús es
espíritu; no se puede ver, ni cargar en un paso”.
Echa
de menos a sus amigos y las fiestas de su país. Aunque allí no ve futuro. “Cuando saque el carnet de identidad me
puedo contratar. Y si no me voy a otro país”.
Sobre
los españoles es rotundo cuando afirma: “No
me gusta que a los 27 o 28 años los jóvenes sigan viviendo con los padres. En
Nigeria, a los 18 viven solos, y cuando terminan la carrera ayudan a los
padres”.
Y
es que detrás hay una cierta filosofía de la vida: “Si novia, si fuma, si bebe, pero no trabaja, es falta de respeto a los
padres. No fumar ni beber delante de los padres, hay que respetar. Cuando niño:
¡cuidar, cuidar y cuidar a los niños!; con 18 años, joven cuidar a los padres,
ayudar a los padres”.
Es
un placer y una lección de vida conocer a este hombre.
5 comentarios:
Cuñao, un buen retrato de una triste realidad. Supongo que en Inglaterra o Alemania, también habrá algún Tello que reflexione igual con los españoles que les sirven el gin-tonic. Un abrazo.
Hermosa historia para reflexionar... LA usaré con los chavales en el instituto a ver que opinan.
Un bello artículo que invita a mirar más allá de nuestro habitáculo. Otras ideas, otros pensamientos,...
Personas combativas frente a la desesperanza y cada uno con su historia y su mundo.
Me acordaba esta mañana de todos aquellos que el mar los abrazó para siempre junto a sus ideas, sus ilusiones, sus pensamientos,...
Gracias por esta reflexión, compañero.
(JAEM)
Interesante historia y su relato. Recojo la reflexión. Saludo y te animo a que sigas contándonos cosas.
Me ha gustado el artículo, es humano, poético y a la vez realista.
FRC
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