miércoles, 31 de julio de 2013

Estío....Hastío

Es verano. Estamos en su cima. Alejados, por igual, de la alborada de primavera  y de las primeras luces otoñales.
Una estación entre paréntesis, aparentemente inerte. De pasos lentos, de colores marinos. De puestas de sol tardías y de amaneceres prestos. De largas tertulias nocturnas, de viajes anhelados y encuentros placenteros.
Es tiempo de olvidos, de sosiego. Tiempos serenos y de quietud. Tiempo de libros que esperaban impacientes el calor de nuestras manos.
Es verano. Tiempo de calles, de plazas y de patios. De olores a mar y de aromas nocturnos. De largos silencios de mediodía, rotos, si acaso, por el sonido de las chicharras. Tiempo  de persianas echadas y y puertas cerradas. Tiempo de fiestas de pueblos buscando en cada noche ansiada, la llegada de un nuevo día.

Tiempo de parar y echar un trago de agua fresca que nos alivie un poco la sed que provoca tanta ignominia, tanto deshonor, tanta desazón, tanto bochorno, tanta vergüenza, tanto hastío,...
Hastío de este verano canalla venido de tiempos canallas y miserables.
Un verano inundado de Bárcenas (¿Cuántos?), de Eres (¿Cómo es posible?), de manipulaciones y mentiras. De Rajoy, en pleno estío, tratando mañana de rizar aún más el rizo en su comparecencia obligada. De la Infanta Cristina alejándose- físicamente- de las aguas turbias que bajan, en su nuevo puesto suizo de trabajo ( Coordinadora del Área Internacional de la Fundació La Caixa). De los comités fantasmas que siguen trabajando en encontrar respuestas  a nuestra crisis. De Francisco y sus discursos de fachada http://www.elplural.com/2013/07/28/el-papa-sorprende-al-defender-el-estado-laico-y-un-mayor-peso-de-las-mujeres-en-la-iglesia/. De nuestros obispos y " sus cosas" en esta eterna  tierra de misiones:
Tiempo de paro, de contratos tercermundistas, de derechos arrasados, de dineros evaporados como la ayuda a la banca, de la sanidad y educación malheridas,....
Tiempos chapuceros y de engaños,...

A pesar de ello, o precisamente por ello, echemos un trago de agua fresca, o cuantos sean necesarios, que nos alivien de tanto hastío y para no perder la esperanza. La esperanza que nunca debe faltar frente al pesimismo paralizante y al optimismo necio. Aunque la esperanza en recuperar lo perdido se haya convertido ya, en nuevas utopías de utopías que fueron.

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