viernes, 21 de marzo de 2014

Imposible poner puertas al campo

" No me llames extranjero, porque haya nacido lejos,
o porque tenga otro nombre la tierra de donde vengo.
No me llames extranjero, porque fue distinto el seno,
o porque acunó mi infancia otro idioma de los cuentos.
No me llames extranjero si en el amor de una madre,
tuvimos la misma luz en el canto y en el beso,
con que nos sueñan iguales las madres contra su pecho ".

( Alberto Cortez)


Es de necios, y además  imposible, poner puertas al campo. Es inútil tratar de evitar que las  gotas entren por las grietas  que se están abriendo a nuestro lado de la presa y cuyo nivel y presión no para de crecer. La desigualdad rompe todo equilibrio y a partir de ahí, todo es posible porque todo se rompe.
Cuando la dignidad se pierde porque les ha sido robada, ¿Qué les queda?.
Hombres y mujeres huyendo  de su propia historia, de guerras, de hambruna. Huyendo del desastre, de la ruina. Huyendo de un futuro cercenado y de un presente de muerte. ¿Qué les queda?. 
Les queda ponerse en pie y  emprender un camino, -  a pesar de su incertidumbre, de su calvario, de su dureza e incluso de perder la vida en el intento-, que les lleve a  abandonar  una vida desaparecida  y negada de antemano y a no aceptar el amargo sello con el que ya nacieron marcados.
No hay más, ni tampoco menos. No se entiende de historias, ni de argumentos, ni de demagogias, ni de esperanzas tramposas y huecas, cuando lo único que queda  es subsistir. Cuando  el sueño máximo y  el único deseo es comer cada día, huir del espanto y sentirse arropado de mínimos  derechos humanos inalienables- para ellos también- que den un poco de luz a sus vidas apagadas. 
La sociedad, atemorizada,  mira para otro lado. No quiere ver  ni ser conscientes de esas masas de seres humanos que se desplazan como cuadrillas indocumentadas y que aparentemente están donde no deberían.
Su desesperación es inmensamente mayor que nuestro miedo. Un miedo de ceguera  y miseria moral colectiva.

    ( foto diario El Mundo. 19. Marzo. 2014)

Bastaría esta foto tremenda para quedarnos mudos, sobrecogidos y avergonzados como colectivo. Sobran las palabras.Sobra la música. Aterra mirarlos desde este lado. Nos pone los pelos de punta. ¿Cómo se llega a esto?. Algo chirría en el engranaje humano. Algo no funciona para ellos. ¿Dónde mirar?, ¿Qué hacer?,
¿ Elevar las vallas?, acaso ¿ Electrificarlas?
Esta cuestión no es un problema exclusivo de Melilla, ni siquiera de España, ni de Italia en solitario.  Todas las preguntas que puedan hacerse, todas las soluciones encaminadas  a romper desigualdades  que devuelvan la dignidad, corresponden a Europa. África no es una desconocida para Europa. Ni hace dos siglos, ni uno,  ni ahora. Un continente rico en recursos sobre los que tanto podríamos decir. Se repartió el continente como si de una tarta se tratase. Basta ver el mapa. Y aquel  expolio, de entonces, continua con otros modos y otras formas: primando intereses foráneos alejados de sus vidas, financiando gobiernos de paja, o dictadores y guerrillas opositoras para mantener la desestabilización  que tantos bienes nos reporta a este lado, o mirar para otro lado hasta que una foto así  estalla como un cristal en nuestra propia cara. 
No se trata de poner puerta al campo alzando muros  inexpugnables ni permitiendo que se ahoguen, aunque esto sea lo fácil para tapar y resolver falsamente el problema de fondo. No hay muros, ni puertas que contengan el flujo de la desesperación.
No hay respuestas fáciles ante un pueblo levantado contra su sentencia de muerte.  Pero Europa, nuestro continente, que tanto debe a África,  debe iniciar una política  a corto, medio y largo alcance que rompa la tensión producida por el desequilibrio que aflora  y se fortalece cuando se soslaya el principio elemental  de que todos los hombres nacen libres e iguales. 
De lo contrario, todas las medidas, - falsas e ineficaces medidas- , no pararán la fuerza que genera la desesperación y la indignidad, consecuencias directas de la brutal desigualdad .

Añado el enlace de la  canción " Punto y Raya" de Soledad Bravo. (1943.- Cantante venezolana de origen español).


Su letra dice así:
Entre mi pueblo y tu pueblo
hay un punto y una raya.
La raya dice ni hay paso,
el punto: vía cerrada.

Y así entre todos los pueblos,
Raya y punto, punto y raya.
Con tantas rayas y puntos,
el mapa es un telegrama.

caminando por el mundo
se ven ríos y montañas,
se ven selvas y desiertos
pero ni puntos ni rayas.

Porque esas cosas no existen
sino que fueron trazadas
para que mi hambre y la tuya
estén siempre separadas.




1 comentario:

AGL dijo...

"Eso que ven en la valla no son murciélagos, son hombres..." Así comenzaron las noticias de este salto, que nos deja sin palabras.
¿Como estar hambrientos, viendo comida a través de un escaparate... y no romper el cristal? Yo también saltaría.