viernes, 28 de marzo de 2014

Hasta la saciedad con premeditación

Poco queda ya por decir sobre la muerte, como noticia, del que fuera Presidente del Gobierno durante cuatro años y medio, desde julio de 1976  hasta su dimisión irrevocable en  febrero de 1981. 
Tal vez no se pueda decir lo mismo sobre el tratamiento informativo ofrecido en cuanto a su contenido y cobertura. Desde el momento en que se hizo pública la noticia del fallecimiento de Adolfo Suárez se produjo un auténtico apagón informativo para el resto de noticias que llegaban a las agencias, afectando incluso de forma radical a las programaciones ordinarias de las distintas televisiones. Es más, desde las cuarenta y ocho horas anteriores, entramos en un fase, hasta ahora desconocida, de muerte anunciada a plazo fijo que casi se cumplió a rajatabla. Informativos, programas especiales, cobertura de actos, tertulias, etc... coparon  toda la atención de los medios hasta el mismo momento de su sepultura.
Apagadas quedaron otras noticias relevantes como el Día de la Dignidad, con una gigantesca manifestación en Madrid el sábado 22. 
La muerte de Adolfo Suárez  supuso un tratamiento informativo desmesurado, excesivo y casi único a lo largo de tres días, sin contar- insisto- los dos días anteriores de preanuncio de la misma.
Asistimos, además, a un baño de incienso  sin parangón  sobre la figura de Suárez  y, por extensión, sobre la "modélica Transición"  y su consenso. Casi me atrevería a decir que de hecho fue  al revés. Una loa sin límites sobre la Transición nacida de la nada y, de paso, sobre la figura de Suárez. 
Nada nuevo bajo las estrellas. Nada que no se haya dicho antes de forma insistente por activa y por pasiva hasta haber llegado a construir todo un discurso oficial sobre aquel período, y sí , mucho que sigue callado, olvidado o tergiversado hasta nuestros días.  Aunque Suárez ha fallecido con 81 años, siguen empeñados en hacernos creer que nació en 1976, cuando ya entonces contaba con 44 años y con una dilatada y destacada  vida pública al servicio de la Dictadura desde su juventud. Su último cargo, entre otros muchos, fue el de Ministro Secretario General del Movimiento,  hasta el mismísimo julio de 1976, en el Gobierno de Arias Navarro- procedente del sector más reaccionario del Régimen- a quien Franco había nombrado Presidente del Gobierno en 1973. Durante esos meses de 1976 y bajo ese Gobierno tuvieron lugar  los tristes sucesos de Vitoria y  Montejurra,
Ahora se le convierte, con motivo de su muerte, en un Estadista con letras mayúsculas y en un demócrata de toda la vida. Le honran y rinden homenaje aquellos sectores ( fundamentalmente el  mundo económico y financiero así como la derecha franquista) , que nunca- entonces- lo aceptaron por traidor, haciéndole dimitir y pudrirse en su soledad política hasta triturar su partido. Una puesta en escena y un homenaje y reconocimiento dirigido en estos momentos a ensalzar la  agotada  y cuestionada Transición, más  que a su persona.
Claro que con la perspectiva que nos da el tiempo, tal vez hayan reconocido,  mirándose a sí mismos y a su alrededor, que aquella Transición, sobre la que ahora nos asentamos , fue lo que en el fondo  se deseaba y se quería a toda costa.  Un atado y bien atado , aunque con el barniz ya casi desaparecido, de aquel famoso y falso consenso en el que participó la izquierda remodelada  y que previamente tuvo que, entre otras cosas, renunciar  a sus principios ideológicos por exigencias del guión.
¡ Qué deterioro no habrá ahora de la clase política, a qué desgaste no habremos  llegado, para que Adolfo Suárez se haya convertido, para muchos, en un referente y en un político ejemplar!. Es una pregunta que me hago. 
Veremos calles y plazas, avenidas, parques y  edificios públicos, etc con el nombre de Adolfo Suárez. Aquel que nos trajo, al parecer , la democracia caída del cielo. El artífice de la Transición y del consenso. Muchos y muchas de los que de verdad lucharon durante la Dictadura, hasta su final, por los ideales democráticos, deberán seguir esperando el reconocimiento público que nunca tuvieron acabada la misma. Nada existió antes de 1976. Y si algo existió, hay que omitirlo, negarlo o inventarlo. Ese fue el consenso. De ese eslabón perdido venimos sin saber bien, por tanto, dónde nos encontramos y  hacia dónde vamos treinta y ocho años después. 
Añado dos artículos con miradas distintas a las oficiales y que aportan otros ángulos, otras reflexiones. 
El primero es de diario.es. Lo firma Sebastián  Martín con el título: Suárez, víctima de la falta de consenso en la transición. ( 25 de marzo).
Juan Carlos Monedero firma  el segundo artículo: Suárez en el país de los pícaros. Aparecido en público.es  ( 23 de marzo).



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