Ahora que acaba esta semana, llamada Santa, sería hora de valorar en profundidad qué es " lo que pasa " a lo largo de estos días. Bajo esta duda generalista, surgirían decenas y decenas de preguntas, de teorías, de matices, de añoranzas y de Evangelio vivo para muchos, pero también de contradicciones, de análisis, de reproches para otros,.....
Echo en falta, ahora que acaba, un debate en TV. Pero no un debate insulso, vacío y comercial como los que ahora se estilan, con mucha cáscara, poco meollo y aplausos dirigidos.. Debates de muy poca sustancia y de formas insultantes y agresivas en no pocas ocasiones.
Me refiero a un debate con el esquema y la filosofía del programa-debate La Clave - desaparecido intencionadamente en 1985- , en el que el tiempo no fuese el eje principal; en el que estuviesen representados, por expertos en la materia, distintos e incluso muy distantes puntos de vista sobre esta celebración pública. Y donde el respeto a las personas y a las palabras fuesen la nota dominante del programa , mostrando que de ninguna manera el respeto está reñido con la contundencia, el rigor y el conocimiento. Más bien al contrario.
A estas alturas, y tal como está el patio, sería como pedir peras al olmo. Esa TV de análisis, a través de un programa así, "no es precisamente lo que el pueblo quiere". Frase, usada cada vez que al pueblo se le quiere llevar por caminos previamente establecidos.
Sin duda alguna, un programa así, contribuiría, al menos, a que pudiésemos establecer comparaciones, a comprobar si siempre fue como hasta ahora o no, a preguntarnos sobre los motivos de la evolución habida, a lograr desentrañar las raíces de fe o de "raíces culturales y antropológicas" esgrimidas, éstas últimas, hace décadas cuando se dió el paso necesario para seguir viviendo la semana santa sin sentir el más mínimo sentido religioso, pero también sin mayores problemas ideológicos ni planteamientos de otra índole. Un auténtico juego malabar.
Un programa así, nos situaría ante el espejo para ser consciente del difícil encaje de una celebración pública y por todo lo alto, con las reverencias y pleitesías de nuestras autoridades civiles incluídas, sin distinción de ideología, en un Estado simplemente aconfesional - lo de laico queda más allá de lo lejano- como hasta ahora proclama nuestra Constitución.
Todo es raro e inaudito. Todo es una mezcla difícilmente digerible. Un país extraño.
No es exclusivamente una celebración religiosa. Al menos muchísima gente no la vive así. No lo sé. Lo único que sé es que, al día de hoy, España continua siendo un país confesional en la práctica.
Debería cambiarse este artículo de la Constitución para ser conscientes de dónde estamos, no sea que la izquierda, esa que se llama así misma " con vocación de gobierno", piense que ya el Estado es aconfesional. Claro que igual se encuentra a gusto con esta aconfesionalidad que no lo es. Después de todo son ya muchos años con la teoría de valores culturales y antropológicas. Fue todo un descubrimiento.
Cierro esta entrada con dos viñetas de El Roto. Aportan, también, un toque a todo esto. El toque especialísimo de Andrés Rábago (Hasta ahora en EL País)
Cierro esta entrada con dos viñetas de El Roto. Aportan, también, un toque a todo esto. El toque especialísimo de Andrés Rábago (Hasta ahora en EL País)
http://elpais.com/elpais/2014/04/17/vinetas/1397754639_038240.html
2 comentarios:
El poder de las celebraciones de todo tipo está en la capacidad de generar beneficios económicos, lo demás importa poco... opino.
Tal vez sea así. Sobre todo en tiempos endiosados por el poder de la economía. La cuestión es si debe ser así o no. (JAEM)
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