jueves, 21 de agosto de 2014

(Des) equilibrio

En muchas ocasiones nos preguntamos, perplejos, sobre cómo es posible que la derecha no sienta el castigo a través de las urnas, con  intensidad parecida a  como le ocurre a la izquierda, cuando la corrupción es moneda corriente en sus políticas ya sea por acción u omisión. Como afirma Manuel Vicent, la corrupción de la derecha, por muy obscena que sea, en lugar de afectar a la esencia  del poder se detiene en unas personas políticas concretas. Siempre habrá un cortafuegos entre el poder y los políticos.
Algunos pueden pensar que lo mismo le ocurre a la izquierda gobernante en Andalucía, por ejemplo. Parece que los casos de corrupción no le afectan de forma notable si observamos los resultados electorales. Tal vez, los muchísimos años que llevan de gobierno autonómico, casi todos ellos en solitario,  les ha hecho tejer y poseer ese poder, que nos dice Vicent, y que separa a personas políticas concretas de los entresijos, mecanismos y redes, que resultan indispensables para las actuaciones de aquellos. Se establece un auténtico cortafuegos que se traduce posteriormente, de forma benigna, en las urnas.
Apellidos por todos conocidos, de distinta o parecida coloración, se enfrentan de alguna manera, a rendir cuentas " casi a título personal" alejados previamente del poder y atrincherados en aguas más tranquilas y difícilmente accesibles. De esta forma el poder queda a salvo ocurra lo que ocurra.
Asistimos durante estas semanas a un caso que no cumple los cánones mencionados. Se lucha de forma decidida por convertir las presuntas corrupciones- expuestas ahora, precisamente ahora, en el escaparate- del expresidente catalán Jordi Pujol, en una cuestión  que afecte sobre todo a la esencia misma del poder catalán ejercido durante décadas más que a políticos concretos y presuntamente corruptos.
Pero esta es otra historia. Creo que resulta imposible, en este caso también, mantener una conducta presuntamente alejada de la legalidad y principios éticos, durante décadas, sin que nadie estornude en los dominios del Condado o más allá de sus fronteras. Cuando alguien lo hizo fue rápidamente asistido con un pañuelo y aquí paz y después gloria. Que se lo pregunten, por ejemplo, al exfiscal general del estado Jiménez Villarejo (Banca catalana, 1984) o a Pasqual Maragall cuando preguntó sobre el presunto cobro del 3% de comisiones por parte de la administración en la adjudicación de obras (2005).
Ahora resulta que sí es el momento. Los aires independentistas de Convergència i Unió atentan contra los sagrados principios de la transición. Principios elaborados, apoyados y mantenidos también por la derecha catalana a lo largo de treinta y cinco años. (La Ley Electoral les ha premiado por ello durante todo este tiempo). En estas décadas apoyaron gobiernos a babor y a estribor y se les admiraba por su sentido de Estado. Ahora, cuando se han atrevido a llegar al borde de la línea roja, el poder central ha creído que es  el momento de  desenmascarar  a Pujol, no ya como ciudadano, que también,  sino sobre todo como representante sagrado que fue y que ha sido del catalanismo ahora a batir. 
Al fin y al cabo, luchas entre derechas.
No lo sé, pero es difícil imaginar cuáles serían las circunstancias actuales del Muy Honorable y de uno de los paradigmas de la transición, si el  marco político catalán fuese, en este momento, de apacible  tranquilidad autonómica. 
Y esta duda....y sobre todo su posible respuesta, no sé cómo definirla.
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Manuel Vicent ( Castellón, 1936), escribió una columna en El País  el 3 de febrero de 2013, titulada Cortafuego. En ella reflexiona sobre el poder y la derecha, tratando de explicar, de alguna manera, cómo la corrupción no le afecta, en sus resultados electorales, tanto como a la izquierda. 
Termina diciendonos  en su columna : " ... hasta que un dia se rompe el equilibrio. La corrupción se hace asfixiante, se produce la rebelión y de repente todo estalla".




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