miércoles, 29 de octubre de 2014

Al hilo de una buena conversación

Hace un par de semanas tuve el placer de mantener una animada conversación con un joven veinteañero a raíz de cómo se estaba llevando a cabo el protocolo oficial en  la persona contagiada  de ébola aquí en España y sobre las declaraciones de altos dignatarios del Ministerio de Sanidad comenzando por su todavía titular Ana Mato. Mi interlocutor se quedó perplejo cuando le dije que la ministra en cuestión no pertenecía profesionalmente al mundo sanitario, ni nunca, en su dilatada faceta política ( * ) , había tenido responsabilidades - que se sepa- en el sector.
Desde ese momento la conversación derivó hacia si los políticos  deberían tener- o no - un profundo conocimiento y una sobrada preparación, como condiciones indispensables, para ejercer la titularidad política de un servicio público determinado desde el  mismísimo Consejo de Ministros hasta escalas medias e inferiores.
Mi interlocutor no entendía, con toda la lógica del mundo, cómo se puede acceder a puestos de altísima responsabilidad y remuneración sin que eso conlleve la exigencia de una preparación acorde con la función a desarrollar como suele ocurrir en la vida laboral.
Mi principal argumento se basaba en que una cosa son los políticos ( elegidos directa o indirectamente por el pueblo), los que deben trazar las líneas de actuación fundamentadas en una opción política concreta, y otra cosa muy distinta son los técnicos, asesores y funcionarios de carrera en las distintas  administraciones ( y ajenos al  plano político) como garantes  de la eficacia, buen hacer y sometimiento absoluto al ámbito correspondiente ( en este caso, al ámbito sanitario y que dio pie a nuestra conversación) y siempre, eso sí, bajo directrices políticas.
No llegamos a ninguna conclusión que fusionase posturas pero como toda buena charla enriquecedora, si abrió nuevas  interrogantes, removió un poco ideas preestablecidas y sobre todo, en mi caso, puso delante de mis ojos eso que llamamos sentido común. Ese sentido común sin añadidos, condimentos ni hojarasca, propio de un joven, que de acuerdo a lo que ha oído con insistencia a lo largo de su aún  corta vida, le lleva a afirmar con rotundidad que es necesario estar preparados. Y que de acuerdo a ese principio nuestra clase política no debe ser una excepción debiéndose votar, por tanto, entre candidatos muy preparados y cualificados máxime si tenemos en cuenta sus altas responsabilidades. Es difícil negar de entrada este principio.
Confesando de antemano que tengo algunas dudas claves al respecto, aporto algunas reflexiones al hilo de aquella buena conversación: 
Es necesario, y además posible, separar con nitidez el nivel político del nivel técnico. Dicho esto, afirmo que tal vez se halla llegado a una devaluación del cometido político al observar en planos cercanos- que son los que mejor se ven-, que es del todo imposible ejercer una función política sin la mínima preparación para la misma y mucho menos " bailando" ( no encuentro otra palabra mejor) de un cargo a otro  y a otros mas, en ámbitos, además, muy diferentes. También se puede observar, desde el patio de butacas, cómo muchos han llegado a cargos de media y alta responsabilidad política sin haber pisado la calle en el sentido de haber vivido en sus propias carnes la vida laboral, la esperada  nómina mensual de la empresa o tratar de aparcar el coche como cualquier ciudadano. Dicho en otras palabras, proceden en muchas ocasiones  de los propios cuadros del partido desde su temprana juventud. Si encima de todo ello, se rodean de asesores ( políticos camuflados) nombrados a dedo como agradecimiento a anteriores servicios prestados por ejemplo,y se mantienen al margen del equipo técnico de carrera, etc etc, ... el plato está servido.
Y si le añadimos un ramillete de guindas decorativas como por ejemplo, los disparatados sueldos y prebendas varias de las que gozan y que están prohibidas al resto de ciudadanos preparados y ajenos al mundo político; la nula responsabilidad política olvidada en estos tiempos ( basta con  pedir perdón, decir lo siento y rezar alguna oración); y el actual nivel de corrupción  irrespirable, ..... es evidente que desde el más elemental sentido común salte de inmediato la pregunta.... ¿ para qué sirven los políticos?. 
Creo, en cualquier caso, que el debate no está,  en lo que se plantea al inicio de esta entrada.  El verdadero debate está en que la clase política ( desde el escalón más alto hasta los cargos de  la mas  pequeña aldea ), sea honesta, honrada y tenga muy claras las líneas políticas a seguir y los valores a defender que no deberían ser las del jefe que lo colocó en la lista electoral. Que viva la política como un servicio a la comunidad y por tanto su tiempo en política sea limitado y su sueldo más acorde con la media de sus conciudadanos.
Que sean ejemplo donde se mire la sociedad y que abanderen los grandes valores en los que se asienta la democracia entre ellos la fidelidad a unos principios.
Que los partidos den paso a personas brillantes y preparadas para los puestos públicos y alejen  a los mediocres, aduladores y trepadores que son los que hacen carrera cuando las listas son cerrradas.
Que se sientan en todo momento elegidos por el pueblo al que representan, y se rodeen de un equipo técnico altamente cualificado en las tareas que les competan  y que se sientan responsables políticos de su acción, de su conducta y de su eficacia. La responsabilidad política  puede suponer en un momento determinado dimitir del cargo. Sería lo normal.
Que luchen por el país y su futuro que es la juventud presente.
Que no mientan ni usen un lenguaje ininteligible y vacío. Que se acaben las puertas giratorias y ninguno tenga la posibilidad de asesorar con sueldos astronómicos, tareas para la que no están preparados. 
La política no es lo que estamos viviendo. No puede ser una profesión de por vida ni el trampolín para vivir ajeno a los problemas y necesidades de la ciudadanía y beneficiarse del cargo . No lo es, aunque nos digan que es así, que es lo natural y que en todos lados cuecen habas.
Por supuesto que el nivel de cualificación técnica es indispensable. Pero el nivel político  es esencial: son representantes del pueblo, elegidos por el mismo -en listas abiertas- por su capacidad, talento, formación, honestidad, ejemplaridad,....
Por encima de todo están las ideologías -  nunca murieron ni morirán jamás - que son, en definitiva,  de donde emanan entre otras cuestiones: la organización social, la clase de sociedad que se desea construir, la cohesión social como  signo de igualdad, qué tipo de ciudadanos, qué valores,...Todo lo demás está a su servicio. O debería estarlo.
Creo en la clase política  siempre que sean dignos de ostentar el cargo y de que nos hagan  sentir orgullosos de ellos  y de su servicio a la comunidad. Son nuestra voz y en ellos nos miramos. Lo que hoy día vivimos, dista muchísimo de ello por. Se nos está haciendo crer que son prescindibles y, lo que es peor, que todos, todos,  son iguales. No es cierto. Aunque el hecho de enfangar todo pueda conducirnos a la idea de que ya no hay suciedad visible  hacia la que mirar y sobre la que actuar.
Son sencillamente imprescindibles mientras  sigamos creyendo y defendiendo que la soberanía reside en el pueblo a través de su Parlamento democráticamente elegido. 

(*) Ana Mato: Lda. en CC.PP. y Sociología
- Ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad.

- Inició su andadura en Alianza Popular
- Asesora del gabinete de Aznar (1987)
- Portavoz de su grupo en RTVE ( 1993-96)
- Portavoz de su grupo   en Transportes y Telecomunicaciones.
- Diputada autonómica ( hasta 1993)
- Diputada nacional
- Miembro del Comité Ejecutivo Nacional del PP ( desde 1999)
- Presidenta  de la Comisión Nacional de Ciencia y Tecnología del PP ( 1999-2004)
- Europarlamentaria  en 2004.
  (fuente: Wikipedia)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Opino simplemente que, en el hipotético caso de poder elegir entre dos personas con la misma condición moral, honestidad, transparencia, sentido común y otros valores exigibles, y al igual que en cualquier profesión, a un buen político, pero una de ellas cuente además con formación específica en lo referente al cargo a ocupar , siempre elegiría a esta última, porque me parece que puede ejercer mejor dicho cargo. Es decir creo que un profesional de la sanidad puede ser mejor ministro de sanidad que una persona que no tenga noción ninguna al respecto, partiendo de la base de que ambos fueran extraordinarios políticos. Evidentemente tampoco me vale para el cago si por muy experto en sanidad que sea, después es un corrupto, un sin verguenza, un mentiroso o cualquier otro adjetivo que tan bien nos están ejemplificando los actuales. Además, en una sociedad donde se exige tanta formación para cualquier trabajo, la política, profesión de una altísima responsabilidad de la cual depende de la vida de los ciudadanos en buena parte, debería ser una en las que mas preparación y de mayor calidad se exigiera.

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo en las dos cosas: preparación y dignidad en el amplio sentido de la palabra. Eso sería lo ideal y hacia lo que se debería tender.
Pero insisto y creo que estamos de acuerdo: primero la persona como tal y después su preparación específica. Tal vez no sea tan difícil esta vía. Bastaría de partida acabar con el clientelismo, con las listas cerradas y con poner un tope de dedicación política ( que yo pondría en dos legislaturas como máximo). Esto abriría puertas y ventanas para acabar con la situación presente. Y por supuesto, no permitir en absoluto poderse presentar como candidato estando imputado o mantenerse en su puesto ni un solo día si es imputado.
Para llegar a la calidad, es imprescindible mantener una limpieza basada en códigos éticos.
(JAEM)