
Hace unos días, la montería de Garzón y Bermejo era la que daba que hablar por que se trataba de una partida de caza mayor, con ojeadores y jaurías, con puestos bien situados para cazar al acecho. En un territorio más cercano, la prensa local nos daba cuenta de las batidas de la fiscalía anticorrupción, con triquitraques que espantan a la volatería. Pero con todo, la más deplorable de las cacerías se ha desatado en estos días utilizando toda clase de cebos, perchas, trampas y reclamos, para cobrar inmigrantes en las colas del paro, en las del SAS, o mientras esperan a sus hijos en las puertas de los colegios. Hemos mandado las jaurías a esos mismos que, hace apenas unos meses, empleábamos de manera clandestina en los peores trabajos, esos que hoy no queremos ver ya en nuestro coto.
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