viernes, 11 de abril de 2014

Escritos desde mi ventana ( 2)

Esta entrada va dedicada a todos aquellos y aquellas que desde hace décadas hicieron de la política, como servicio público, su profesión. Lograron, en muy probable fratricida lucha, hacerse con un abono de temporada, en este caso de por vida y sin retorno, para ocupar distintas poltronas, saltando sin escrúpulos de una a otra  y haciendo suyo el famoso poema de Quevedo, aunque en este caso habría que llamarlo: " érase un hombre ( o mujer) a un sillón pegado". Así, años y años y años..... y más años.
Luís Eduarde Aute ha conseguido que la canción  "Sillón de mis entretelas",  escrita en 1976, mantenga intacta su frescura casi cuarenta años después. ( Pinchar el enlace para escucharla mientras). Parece escrita esta misma mañana. ¡Tela marinera!. Seguro que hoy día podría dedicar otro poema a las llamadas puertas giratorias que giran y giran sin parar en horarios de ininterrumpidos de veinticuatro horas.
El auténtico objetivo de esta abundante especie política, -conocida como " Especie de políticos imperecederos  con acusada vocación irrefrenable y con traseros pegados, sine die, en apetitosas y suculentas poltronas de oca a oca y tiro porque me toca"-, es muy claro. Por encima del servicio a la comunidad y demás minucias, es no volver jamás- repito, jamás-, a su lugar de procedencia. Lo peor no es que hayan existido y sigan existiendo personas dispuestas a servirse de la política de por vida. No. Lo realmente peligroso  es que el sistema creado lo haya permitido y, lo que es aún peor,   lo siga permitiendo a pesar del tiempo transcurrido a través de una legislación vergonzosa y de muy escasa calidad democrática que logra mantener y etiquetar como legal  lo inasumible y lo indecente. ¡ Marca España! , que se diría ahora.  Forges , para quien el sentido común se ha convertido en revolucionario, exclamaría simplemente, ¡Gensanta!.
¡Gensanta!, sí.  Es lo que  se puede exclamar cuando observamos maravillados el milagro de cómo es posible pegar un trasero a un sillón, o a varios, sin que se les mueva un  pelo a lo largo de toda una vida  adulta. Ahí están. Nos miran y encima nos sonríen, a pesar de su cacareada abnegación y sacrificio, al percatarnos de su  estado sobrenatural. 
(Mi reconocimiento y admiración  a quienes desde la política hicieron un servicio a la comunidad y después se marcharon, por donde habían venido,  a su lugar de origen con sus alforjas de siempre. Engrandecieron el funcionamiento democrático y dieron testimonio vivo de que una democracia mejor es posible). 
------------

Sillón  de mis entretelas.

Aún atufaba el puro aplastado sobre el cenicero de plata vieja cuando cerró la puerta de su despacho y se dirigió al baño. Don Severiano Reales de Acevedo y Villares se contemplaba con admiración  ante el espejo mientras se atusaba las abultadas cejas  y se aplicaba con sus manos rechonchas el fijador de pelo y, después, unas gotas de colonia - con las palmas todavía grasientas- sobre su cara barbilampiña y encendida. Unas últimas muecas grotescas y unas poses de perfil chulesco le ponían en la calle, como tantas tardes, para consumo y pasmo, a su parecer, de la vecindad.
Don Severiano Reales, hasta llegar a eso que con estúpida pamplina se llama edad dorada, recorrió con intensos relamidos  todas las mutaciones  de la llamada species hedera helix, conocida vulgarmente como trepadora. Tan sumido estuvo siempre en su metamorfosis que nunca dudó en llamar Hiedra a su chihuahua.
El niño Seve, mutó en el adolescente Veri y, más tarde,  en el nada estudioso y remilgado joven Severiano. Un buen día, su espejo le dijo mirándole: ¡ Coño, Seve, que tú vales mucho!. Y así, hechizado, mutó en el Seve telonero y sudoroso, en el descamisado y arrebatador primer espada mitinero y, ya lijado, en el endiosado primus inter pares de su partido. Esquió veloz  en zigzag por alfombras cada vez más tupidas, hasta colocar su real trasero, de apellido y hechura, en ansiados sillones de los que jamás se despegaría cual insaciable garrapata.
Don Severiano y tal y tal, lamió, zancadilleó, engañó y traicionó hasta llegar, atocinado y tripado, a cumbres desde las que se disipan los principios éticos  que tantas veces había vomitado al respetable en sus tardes de arengas embusteras.
Cuando volviera a casa saborearía  con su mirada invariablemente seca, como si de un ritual se tratase, los atesorados vídeos rancios  de su vida tramposa.
Mientras, su chihuahua Hiedra, se dormiría, mirándole, sin saber qué decir.
Como cada noche.

https://www.youtube.com/watch?v=S9YV9OzHRb0

-----------
* Francisco de Quevedo: ( Madrid, 1580- Ciudad Real, 1645).- Escritor español de Siglo de Oro.
* Luís Eduardo Aute: (Manila, 1943).- Músico, cantautor, pintor y poeta.
* Antonio Fraguas de Pablo, Forges: (Madrid, 1942).- Humorista gráfico.

1 comentario:

AGL dijo...

... eres un artista.