La delicadeza: Una flor en el desierto
Hay días en que la Naturaleza nos
ofrece sensaciones gratificantes. Así, en primavera, un mediodía de sol a la
orilla del mar es una experiencia sublime. En esas fechas, el astro rey,
radiante y luminoso, calienta pero no quema, y el mar, como casi siempre, es un
remanso de paz que nos abre a la inmensidad empequeñeciendo los sinsabores
particulares y momentáneos de nuestra vida. Los dos, sol y mar, acarician el
alma con una belleza deliciosa.
Calor e infinitud son dos vivencias
que engrandecen nuestra alma y que podemos ampliarlas practicando la
delicadeza. Ésta, es una disposición del espíritu que consiste en la capacidad
de desarrollar finura, ternura y suavidad en el trato con los demás para
hacerles la vida más agradable. Se trata de un esfuerzo, de una exigencia para
ponerse en el punto de vista y en la situación del otro. No soporta lo grosero,
lo vulgar, la falta de respeto a las opciones, gustos y preferencias de los
demás. El refinamiento en las maneras y en las costumbres hace la vida más
grata y hasta encantadora. La delicadeza conlleva un exquisito miramiento en la
acción y en las palabras para respetar la dignidad humana.
La delicadeza del gusto, según
Immanuel Kant, se produce cuando los órganos de los sentidos son tan sutiles
que no permiten que se les escape nada, y al mismo tiempo, son tan exactos que
perciben cada uno de los ingredientes del conjunto.
La persona
que actúa con delicadeza es sencilla, respetuosa, afable, serena, tolerante y
con capacidad de autodominio. La persona que no es delicada es tosca,
desconsiderada, egoísta, torpe, grosera, descuidada, caprichosa, ordinaria en
sus modales, maleducada en sus hábitos de conducta; una persona sin tacto para
tratar a los demás.
Algunas
acciones de delicadeza son muy sencillas: saludar y despedirse, utilizar
palabras cercanas como gracias, por favor, disculpa, etc., ceder el paso en la
acera, dejar el asiento a los mayores, llamar a las personas por su nombre,
evitar pasar entre dos o más personas cuando están hablando, respetar el turno
de palabra, etc.
La delicadeza conecta con el ser
humano en lo que es, no en su apariencia. Capta al otro no como un objeto de
usar y tirar, sino que se abandona en él, no lo instrumentaliza.
El que es “muy delicado” en sentido peyorativo es
que quiere ser atendido el primero; mientras que la persona delicada siempre se
posterga, colocando primero a los demás La persona
delicada no es fuerte con el débil y débil con el fuerte; es generosa y elegante con todos y, especialmente, con los débiles. Se
contrapone a la altivez del estirado o al cálculo del interesado.
Deja de
manejarse en clave de derechos exclusivamente, dejando claro que vamos a
cumplir con nuestros deberes.
A la persona
delicada le produce alegría encontrarse con las personas, aportando alegría y
buen humor en cada encuentro; son cansinas las personas que todo lo critican o
que manifiestan continuamente malhumor. No tenemos la culpa de la cara que
tenemos sino de la que ponemos.
Es cambiar
una cara seria por una sonrisa para relajar el ambiente; es respetar a los que
quieren estar solos; es acompañar en silencio a los que necesitan compañía.
Las personas
delicadas respetan la lentitud de una buena conversación, escuchando en
silencio. Dejan que las cosas, aún las más banales, se expresen por sí mismas. Saborean la pluralidad de enfoques.
La delicadeza es laica y tolerante. Destaca de
los demás los aspectos positivos de su personalidad, asumiendo que todas las
personas tenemos contradicciones.
La
delicadeza sabe guardar la vida privada de los demás, los secretos, aunque no
se haya solicitado explícitamente. Se aleja de la maledicencia y el chismorreo. No exhibe la intimidad, pero tampoco
se esconde al encuentro con el otro, menos aún lo ningunea ignorándolo.
Es
conveniente no confundir la delicadeza con la ñoñería, la susceptibilidad, la
melindrosidad o la melancolía. Algo delicado no tiene porqué ser frágil
necesariamente. Acuérdese de aquella canción de M-Clan que dice: Carolina
trátame bien, no te rías de mí, no me arranques la piel. Carolina trátame bien,
o al final te tendré que comer.
En
definitiva, la delicadeza es una cierta aristocracia del alma, que a la mujer
la convierte en Dama y al hombre en Caballero.
5 comentarios:
Bello y "filosófico" artículo, compañero. Da de sí para una buena charla. Ojalá llenemos esto de variedad a través de miradas distintas, de perfiles múltiples, de ángulos diversos,...
Al fin y al cabo, hablar de la vida, que es una y compacta. Aunque tengamps que diseccionarla para acercarnos a ella.
Un abrazo. (JAEM)
El propio articulos desprende delicadeza. ENHORABUENA
(JRDC)
Cautivador artículo. Muchas gracias por compartirlo. (Gea).
Una delicia de artículo.... Tomamos nota para tratar de ser más delicados... Ya estamos esperando el siguiente.
Soberbio, compañero, soberbio. Enhorabuena!
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