miércoles, 14 de mayo de 2014

Elecciones Europeas

Se acerca  el día electoral. El convulso momento que vive Europa, a nivel económico, político y social, con muy serios problemas de índole comunitaria y de carácter doméstico en muchos de sus países, sitúan estas elecciones en una encrucijada llena, entre otras cosas,  de contradicciones. Por un lado, la alta dosis de apatía, cansancio e impotencia que están provocando en la población,  unas instituciones- incluido el Parlamento- mermadas del poder necesario para someter la economía a las directrices políticas procedentes de las urnas, y, al mismo tiempo, la imperiosa necesidad- debido a  lo anterior- de que cada uno mostremos en estos momentos nuestra posición ante todo lo que está ocurriendo. Es difícil mirar para otro lado. 
En esa balanza de dos platillos debe prevalecer, en mi opinión, la urgente obligación de usar nuestra palabra, a través de nuestro voto, para intentar alejarnos del precipicio en el que nos encontramos y abrir la brecha que nos devuelva la ilusión y la posibilidad real de construir la Europa de los ciudadanos  en la que el poder financiero y económico esté al  servicio de todos y no al revés. Creer en este camino es, ante todo, abrirle las puertas a las nuevas generaciones cuyo presente- y sobre todo futuro- está seriamente comprometido.
Desde nuestras muy particulares características como Estado de la Unión que somos- como Estado miembro y como Estado con una historia y comportamientos concretos- debemos afrontar el día 25, sin perder las ganas y el claro deseo de que avanzar es posible y de que las ventanas se abren cuando se tiene la voluntad de abrirlas.
No debe valernos ya el tan traído y llevado voto útil. El voto útil, adobado en fantasmas y miedos durante décadas, ha sido útil para aquellos partidos que lo pregonaban además de jibarizar la democracia. El único voto útil   es el que  cada cual decide desde su convicción  y firmeza,  por encima de otras consideraciones ajenas siempre a uno mismo.
No dejarse llevar por los recovecos  de una Ley Electoral diseñada para otra época que transforma la abstención,  el voto en blanco o el voto a partidos minoritarios, en un castigo para ellos y en un premio  sin parangón a los llamados " grandes partidos". Seguir el juego del voto útil es hacer que todo siga igual décadas y décadas como hasta ahora ha venido sucediendo. Es no tener la convicción de abrir ventanas.
La abstención activa, el voto en blanco y el voto a partidos minoritarios son opciones tan válidas  y útiles como la que siempre han propugnado los dos partidos alternantes a lo largo de más de treinta años.
Entre otras cosas porque reflejan de forma más diáfana el pulso real de la sociedad y también porque abren las puertas  a nuevas opciones y pensamientos, cuya riqueza agranda la vida democrática y, al mismo tiempo,  reduce considerablemente la creencia de que dedicarse a la vida política es una profesión de por vida más que un servicio a la ciudadanía.
Es tan grande el apego que se termina teniendo  a los cargos públicos después de tantos años ejerciéndolos, es tan enorme el nivel de endiosamiento y posesión de la verdad, es tan descomunal  la lejanía con los ciudadanos, que no les importaría formar un gobierno de concentración si ven el peligro real de perder el larguísimo ciclo bipartidista. Por muy antinatural que sea y aunque quedasen al país  sin alternativas. 
Hay vida detrás de ellos. Hay opciones. Propuestas. formas. Objetivos. Búsqueda de soluciones. 
Insisto. En mi opinión no hay voto más útil  que el que cada uno, libremente, quiera expresar de acuerdo a sus ideas en este momento.
Necesitamos perspectivas y posibilidades para acabar con el abatimiento y recobrar la ilusión. Incluso aunque uno se equivoque. ¿Por qué no?. 

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