Escribir
sobre la Semana Santa no es nada original. Decir algo nuevo, imposible.
Conformar una opinión personal, complicado. ¿Por qué? Porque hay tantas
vivencias como personas.
Se
encuentran en este ámbito tantos apasionados como detractores; para unos, actos
llenos de emotividad; para otros, actos vacíos.
Los
apasionados involucran toda su persona en este evento. Se sienten formando
parte de un grupo masivo, exultante y feliz, disfrutando de una fiesta muy
completa y bien organizada, que une a una fuerte carga emocional una dimensión
estética indiscutible. Es una fiesta de los sentidos: las imágenes, la música,
los olores, los besos y abrazos de los familiares y amigos, y, para colmo las
cervecitas o el vinito. Pero, además, algunos conectan con el sentido
trascendente que justifica la presencia de la Semana Santa desde el siglo XV.
¿Se puede pedir más?
Los
detractores, un grupo más exiguo, constituyen un conjunto más variado. Algunos
simplemente prefieren pasar los días de vacaciones en su casa o viajando, sencillamente
no les gustan estos actos masificados. Otros, más críticos, rechazan la Semana
Santa. No les gusta, no la soportan. Es una fiesta triste, unida al dolor, al
sacrificio, al sentimiento de culpabilidad inherente a la religión. La ven como
una tradición antigua, vinculada con una religión opio del pueblo y una Iglesia
oficial que se da la mano con el poder económico y político.
Lo
que hace que la Semana Santa tenga éxito
son las emociones, exaltadas en la primavera por el arte, la fiesta y la
religiosidad. Emociones que pegan un pellizco en el alma y que se transmiten a
través de las familias por tradición. A veces, puede más un pequeño detalle
afectivo que mil discursos racionales. Y lo que hay en estas fiestas es
multitud de figuras y gestos
sentimentales. Es un teatro por las calles de la ciudad en el que todos los
asistentes participan de alguna manera, como actores o como espectadores.
Los
detractores, por su parte, juzgan agobiante la expansión ilimitada de la Semana
Santa a todo el año. No en los actos privados de las hermandades que es
razonable, sino que cada vez más fines de semana hay alguna procesión en la
calle invadiendo lo público, modificando el tráfico, sin autorización para
manifestarse. Es la expansión de un totalitarismo cultural, consentido y
auspiciado por las autoridades públicas de cualquier signo, que agobia y aturde
a las minorías.
Y
en todo este maremágnum, ¿dónde queda la religiosidad?
Para
algunos creyentes puros el acto culminante de la liturgia es la eucaristía y
cuando las procesiones se convierten en el único acto litúrgico anual para
otros creyentes consideran que lo reducen a mero espectáculo o folklore. Sin embargo, hay otros sectores de la Iglesia
y algunos estudiosos que hablan de religiosidad popular, que sería un modo de
expresión de la fe del pueblo con rasgos distintos a la religiosidad oficial,
más cultivada y profunda. Otros creyentes, por su parte, consideran que la
verdadera religiosidad es el encuentro con Dios y que para eso no son
necesarios las imágenes y los intermediarios.
Entre
los detractores, los que se definen como agnósticos o ateos se quedan en silencio
y se sorprenden de que imágenes de madera, a modo de muñecas infantiles, tengan tanto impacto en la población.
José Mª Tello, 7 de
Abril de 2015
3 comentarios:
Me encanta leer opiniones divergentes que traten de ampliar el foco y poner sobre la mesa y el pensamiento, opiniones desde ángulos diversos. De el debate y la discusión se enriquecen las ideas que, en definitiva, son las que permiten los avances sociales. Nunca desde los estancamientos.
¿ No habría otra forma de celebrar la eclosión primaveral en todos sus sentidos, en un Estado aconfesional como reconoce nuestra Constituciòn, sin la permanente presencia de una religión?. ¿es necesario que el himno nacional esté presente en cantidad de momentos cofradieros? ¿Es necesario que nuestro representantes acudan como tales a cantidad de actos y no de forma privada?
Es más, es normal que hasta el calendario escolar se establezca desde premisas religiosas?. Un saludo
(JAEM)
.
Perdón. Digo lo del calendario escolar, porque en no pocas ocasiones es totalmente irracional el establecimiento de los trimestres. ¿Debe ser la Pasión y la Pascua de de una religiosa, la que esté por encima de cuestiones pedagógicas y de una planificación escolar racional?. (JAEM)
En el comentario anterior quise escribir " religión" en lugar de " religiosa". (JAEM)
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