viernes, 3 de abril de 2015

Preguntas para compartir

Sumergidos como estamos, en un año decididamente electoral ( municipales, autonómicas, generales y porque no hay más), ando no en  interrogantes existenciales, pero sí un poco- o un bastante- perdido sobre dos conceptos que siendo en mi opinión inseparables, a veces me da la sensación de que distan mucho entre si. 
Estos dos conceptos son  Democracia y Ciudadanía.
Para mi, son como dos vasos comunicantes que se alimentan mutuamente, de tal manera que una democracia sólida y con buena salud, produce y sustenta ciudadanos en el más noble sentido de la palabra, al igual que una ciudadanía con idéntica buena salud, acrecienta la vida democrática y eleva, lógicamente, su nivel siempre mejorable. 
Pero también esos vasos comunicantes pueden devorarse o aniquilarse mutuamente. Basta con que uno de los dos carezca de solidez o goce de salud quebradiza.
Digo todo esto, porque desde el respeto que todo voto implica, se me hace muy difícil entender  que en una situación extrema como la que vive Andalucía - si nos atenemos, exceptuando los escándalos, a los datos y estadísticas nacionales y europeos,- el pueblo llamado soberano, otorgue su voto mayoritario y con contundencia ( ochenta escaños de ciento nueve) a los dos partidos que supuestamente  han sido y son responsables a nivel nacional y autonómico de la situación de precariedad en la que nos encontramos de una u otra manera.
Este hecho me resulta escandaloso e increíble. Es como si a quien nos vendió el coche, timándonos en su precio  y engañándonos en sus materiales y prestaciones, le volviéramos a comprar otro coche una vez tirado al desguace el anterior. Es difícil imaginarse en la vida real una conducta semejante. Podemos extrapolar este ejemplo a cantidad de situaciones cotidianas  en las que actuaríamos, sin duda,  con más respeto hacia nosotros mismos.
En mi opinión algo falla, o no está funcionando debidamente, para que los vasos comunicantes de Democracia y Ciudadanía actúen,  en realidad, desconectados.
Se puede pensar que la responsabilidad es exclusiva de los ciudadanos, cosa que niego. Porque pensar así, equivaldría a estar de acuerdo en  que el sistema y el propio funcionamiento democrático  no han sido capaces de generar en décadas  una ciudadanía que- votando ideologías de izquierdas o derechas-, se niegue categóricamente  a entregar su voto a partidos alejados de la ética y de los intereses  de la sociedad a la que dicen servir desde los comienzos democráticos.
Algo rechina, si. 
¿No hay democracia auténtica porque no hay ciudadanos, o no hay ciudadanos porque no hay democracia auténtica?.
En mis dudas e interrogantes quiero pensar-  sin reducirlo  a la forma simplista de cara o cruz- que no hay ciudadanos porque falla el sistema. Un sistema que debería ser  garante y responsable de formar  a unos ciudadanos con todos los medios a su alcance como es el caso.
Porque un sistema que busca perpetuarse en el poder, no tiene entre sus objetivos, precisamente,  un modelo de  ciudadanía crítica, formada y cultivada.  
Sin formación, sin educación y sin asumir el concepto de ciudadanía basado en principios éticos  y morales al servicio  exclusivo de la sociedad, es muy difícil el voto libre. Un voto libre de verdad. No sólo de forma sino también de fondo.
No hay duda en que esto es un camino largo y además sin meta de llegada. Pero pienso con franqueza, no exenta de dudas, que en treinta y siete años de Constitución democrática no hemos avanzado lo deseable. 
Más bien hemos asistido, y de momento seguimos asistiendo, a observar una serie de fisuras que impiden el buen funcionamiento de los vasos comunicantes.
Claro que igual el objetivo era establecer una democracia  formal sin vaso comunicante con la ciudadanía. 
No sé. Todo es posible.  Es una sensación en estos tiempos electorales en los que el voto se convierte en  santo y seña de la democracia. De hecho, a la jornada electoral la llaman  fiesta de la democracia.
Mi duda es si también es un voto ciudadano y, por tanto, libre. Un voto - de izquierda o derecha- , pero mayoritariamente ciudadano. Un voto en el que  impere el pensamiento libre, la crítica, la memoria y el deseo de una sociedad más honesta y más justa. Un voto con tolerancia cero a todo aquello que menoscabe o quiebre los más elementales principios democráticos.
Para reparar los vasos comunicantes bastaría con unas primeras curas de urgencia. La cuestión es saber si los quieren reparar o prefieren continuar en al misma línea. En este caso, nuestra democracia seguiría estando  en posición Stand- By.
No se acaban ahí mis dudas. ¿ Acaso la región autonómica también determina o condiciona de alguna manera  la mayor o menor fluidez de los vasos comunicantes?
No sé. Me invaden los interrogantes.
Preguntas y dudas que ahora comparto.
Sí que afirmo, sin duda alguna, que sin ciudadanos no hay democracia. Y que éstos no caen del cielo. Son miembros de una sociedad determinada. Una sociedad que tampoco cae del cielo sin más. Los modelos se implantan por quienes disponen de los medios para ello. Aunque al final nos llegue a parecer que es un proceso natural  surgido desde la base piramidal.


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