miércoles, 18 de febrero de 2009

CACERÍAS

De un tiempo a esta parte, parece como si se hubiera abierto la veda en todos los cotos. Por tierra mar y aire se oyen escopetazos y se dispara, a pelo y a pluma, toda suerte de municiones, desde perdigones, cartuchos de postas y balas de fogueo, pasando por metralla y obuses de variado calibre que, en última instancia, persiguen cobrar pieza aunque en algunos casos no quede de ella más que una piltrafa.
Hace unos días, la montería de Garzón y Bermejo era la que daba que hablar por que se trataba de una partida de caza mayor, con ojeadores y jaurías, con puestos bien situados para cazar al acecho. En un territorio más cercano, la prensa local nos daba cuenta de las batidas de la fiscalía anticorrupción, con triquitraques que espantan a la volatería. Pero con todo, la más deplorable de las cacerías se ha desatado en estos días utilizando toda clase de cebos, perchas, trampas y reclamos, para cobrar inmigrantes en las colas del paro, en las del SAS, o mientras esperan a sus hijos en las puertas de los colegios. Hemos mandado las jaurías a esos mismos que, hace apenas unos meses, empleábamos de manera clandestina en los peores trabajos, esos que hoy no queremos ver ya en nuestro coto.

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