Acabamos de celebrar hace escasas fechas el treinta aniversario de nuestra constitución vigente. ¿Mucho tiempo? ¿Poco?. Es poco, si partimos de los parabienes incuestionables de toda sociedad democrática.
Dicho eso, añado de inmediato que es mucho tiempo, si entramos a valorar algunos aspectos no cuestionados aún a lo largo de estos años, y que fortalecerían una buena y deseada salud democrática.
Estos días, con la que está cayendo a nivel municipal y nacional, me rondan por la mente una serie de reflexiones y preguntas obvias, y que a pesar de su obviedad, siguen sin encontrar respuestas obvias tras los años transcurridos.
Leí ayer un art. titulado La "quinta de Bibiana" toma el testigo del clan de Alcalá, publicado en el Diario de Jerez y firmado por Fco. Sánchez Zambrano, en el que sin entrar en profundidades me resultó sorprendente por su contenido. Apellidos con solera política de décadas se ven inmortalizados con la entrada paulatina de la generación siguiente. No pongo en duda la valía, preparación y capacidade de la nueva generación. Resalto únicamente dicha casualidad.
Estoy convencido de que gozaríamos de mayor salud democrática si los períodos de mandato de cargos públicos no excediesen de ocho años y de que las listas electorales fuesen abiertas. No es de recibo que haya parlamentarios andaluces que desde 1982 están sentados en su escaño, como no lo es, que la misma persona ocupe la Presidencia de la Junta durante 19 años por meritorio que sea su mandato ( No digo el mismo partido lógicamente, digo la misma persona).
No creo que sea bueno profesionalizar la llamada clase política porque se puede perder el principio de que la actividad política es un servicio público con carácter interino.
El dinamismo que genera un sistema democrático no puede ni debe tolerar que los jóvenes que en la actualidad rondan los 26 años de edad, no hayan conocido desde su ya lejano uso de razón, otro presidente de su comunidad distinto al actual. Porque si al final, lo que prima es la persona y sus cualidades, carece de lógica que al pueblo soberano se le prive de votar a personas y no las listas cerradas elaboradas desde el propio partido no exentas en muchísimas ocasiones de luchas internas de poder. Del poder puro y duro.
El sistema actual permite, en más casos de los deseados, que haya habido personas con 28 años de ejercicio en gobiernos municipales ( hecho, éste intrinsecamente nada positivo) , y que el poder en la elección de cargos públicos se desplace desde el propio poder electoral del pueblo al poder interno de los partidos. ( hecho, éste, aún peor que el anterior).
No se olvide que los programas políticos son de los partidos y que las personas que ostentan cargos en nombre de esos partidos son, ni más ni menos, que servidores públicos. Y deberían estar sometidos a un tiempo de mandato concreto y al veredicto popular.
Treinta años no son nada, según se mire. Pero son, demasiados para no haber corregido estos aspectos, entre otros, de una larga lista. Se trata de perfeccionar, día a día, nuestra legislación democrática. Y ya ha llovido...
No vaya a ocurrir con este tema, y sin que valga en absoluto la comparación, como con ese otro que a modo de piedra de molino permanece ya en los anales de la memoria. Entre todos lo querían quitar y él solito se quedó. Me refiero, al incuestionable e inalterable tema del peaje de la autopista Sevilla- Cádiz. Les une, la obviedad, que no es poco. La obviedad de su incuestionabilidad y de su inalterabilidad. Por los siglos de los siglos.
2 comentarios:
Se puedee decir con menos palabras pero dudo que de manera más clara. Limitación de mandatos, listas abiertas, primarias internas, participación de simpatizantes en las decisiones de los partidos, decmocracia directa "pegada" a los problemas de los electores... Se ha coneguido mucho, pero aún nos falta un buen trecho... AGL
Estoy de acuerdo.
Publicar un comentario